sábado, 23 de abril de 2011

La ciudad del nunca más.

Bullington era la calle si mal no recuerdo, si, la bendita calle Bullington donde envié mis últimas tres cartas. Durante varios meses espere un par de lineas que tocaran mi puerta, un mensaje efímero como cual viento rosa los poros, que dijera "algo" pero ese algo tenía que ser claro, preciso, sin vuelteretas, una dirección oculta, un encuentro, un cariño, un beso...un be.
¡Un beso! eso mismo dijiste, un beso que toque tu puerta, pero como no recordarlo antes "no voy a responder ninguna carta, ni postales ni nada por el estilo, hace tu vida sin recordar mi calle" esas fueron tus últimas palabras, exactamente ahi se esconde el mensaje oculto.
Analizandolo, no muy profundamente, está totalmente claro, querés que me tome el 168 que me deja en la esquina de tu casa, que camine ansioso las proximas pisoteadas en esas veredas cuartiadas...y esa alfombra de felpa horrorosa de tu puerta y que me reciba ni nada mas ni nada menos que tu canino querido, el adorable Toby.
Ahora recordé otra cosa, detestaba ir a tu casa, por eso las cartas por eso las visitas tipo medicas.
El mensaje, si, a eso iba, me pedís que vaya y haga ese sacrilegio para solamente robarte un beso e irme, ya mismo voy en camino, voy a buscar mis auriculares y bueno, luego cuento que tal fue a este don nadie que estará leyendo.

Toqué tu puerta, saliste y me miraste fijo con una mirada extraña, te mire te mire y te mire, te acaricie sin usar mis manos, te bese el cuello, te mordí la nariz y cuando llegué a tu boca ambos frenamos y nos distanciamos unos centimetros. Volví a casa.
"Ya no más" que habremos querido decir, es algo bastante inconcluso, "ya no más"...
Caminé hacia una caja donde todo lo guardaba, desde el pelo que se caia cuando se peinaba, hasta la lapicera que usualmente usaba para escribir sus libros.
Revisé sus fotos, sus escritos, sus regalos y exactamente encontré, la nada misma, el ya no mas, la repentina distancia.